Desarrollo Humano

"El gran secreto de la vida, es que no hay ningún secreto.
Cualquiera que sea tu objetivo, puedes lograrlo si estas dispuesto a trabajar"
Oprah Winfrey
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«Solo un mensaje, no lo leas por favor, no lo leas»

Un padre le dijo a su hijo: Te graduaste con honores, aquí tienes un «Volkswagen Sedán» que adquirí hace muchos años atrás… Tiene más de 50 años de antigüedad, pero antes de dártelo, llévalo al lote de autos del centro y diles que lo quiero vender y averigua cuánto te ofrecen.
El hijo fue al lote de autos usados, regresó donde su padre y le dijo: Me ofrecieron $10.000 porque se ve muy desgastado. El padre le dijo: Llévalo a la casa de empeño.
El hijo fue a la casa de empeño, regresó y le dijo: La casa de empeño ofreció sólo $1.000 porque el auto está muy viejo. Por último, el padre pidió a su hijo ir a un club de autos antiguos y enseñarles el auto.
El hijo llevó el auto al club, regresó y le dijo a su padre: ¡Unas personas en el club
ofrecieron $100.000 por él! ya que es un auto muy singular y buscado entre los miembros del club.
El padre dijo a su hijo: Quería que supieras que el lugar correcto te valora de la forma
correcta. Si no eres valorado no te enojes, significa que estás en el lugar equivocado. Aquellos que conocen tu valor son aquellos que te aprecian. ¡Nunca te quedes en el lugar donde no ven tu valor!.

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A los 40 años Franz Kafka (1883-1924) que nunca se casó ni tenía hijos, paseaba por el parque Berlín, cuando conoció a una niña que lloraba porque había perdido su muñeca favorita. Kafka decidió ayudarla en la búsqueda de su muñeca, pero no tuvieron éxito. Kafka le dijo que se reuniera con él al día siguiente y volverían a buscarla. Al día siguiente, cuando todavía no habían encontrado la muñeca, Kafka le dio a la niña una carta «escrita» por la muñeca que decía: «Por favor no llores tuve un viaje para ver el mundo, te escribiré sobre mis aventuras»

Así comenzó una historia que continúa hasta el final de la vida de Kafka. En sus encuentros, Kafka le leía las cartas de su muñeca cuidadosamente escritas con aventuras y conversaciones que la niña consideraba adorables.

Finalmente, Kafka le trajo la muñeca (compró una) que había vuelto a Berlín. «No se parece en absoluto a mi muñeca» dijo la niña. Kafka le entregó otra carta en la que la muñeca escribía: «Mis viajes me cambiaron» La niña besó a la nueva muñeca y la trajo feliz a casa. Un año después, Kafka murió.

Varios años después, la niña adulta encontró una carta en la muñeca. En la pequeña carta firmada por Kafka decía: «Todo lo que amas probablemente se perderá, pero al final el amor volverá de otra manera” Randy

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EL TRABAJO EN SOLEDAD

 Un día una persona subió a la montaña donde se refugiaba una mujer ermitaña que meditaba, y le preguntó:

– ¿Qué haces en tanta soledad? A lo que ella le respondió: – Tengo mucho trabajo.

– Y ¿cómo puedes tener tanto trabajo? no veo nada por aquí…

– Tengo que entrenar a dos halcones y a dos águilas, tranquilizar a dos conejos, disciplinar a una serpiente, motivar a un burro y domar a un león.

– Y ¿Por dónde andan que no los veo? – Los tengo adentro.

Los halcones se lanzan sobre todo lo que se me presenta, bueno o malo, tengo que entrenarlos para que se lancen sobre cosas buenas. Son mis ojos.

Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan, tengo que enseñarles a que no hagan daño. Son mis manos.

Los conejos quieren ir donde ellos quieren, no enfrentar situaciones difíciles, tengo que enseñarles a estar tranquilos, aunque haya sufrimiento o tropiezo. Son mis pies.

El burro siempre está cansado, es obstinado, no quiere llevar su carga muchas veces. Es mi cuerpo.

La más difícil de domar es la serpiente. Aunque está encerrada en una fuerte jaula, ella siempre está lista para morder y envenenar a cualquiera que esté cerca. Tengo que disciplinarla. Es mi lengua.

También tengo un león. Ay… qué orgulloso, vanidoso, se cree ser el rey. Tengo que domarlo. Es mi ego.

– Tengo mucho trabajo. Y tú…¿En qué trabajas? RANDY

TÚ TIENES EL RELOJ, YO TENGO EL TIEMPO

 Entrevista realizada a: MOUSSA AG ASSARID (Touareg, nómada del desierto)

No sé mi edad. Nací en el desierto del Sahara ¡sin papeles! Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo.

– ¡Qué turbante tan hermoso! – Es una fina tela de algodón. Permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena y a la vez seguir viendo y respirando a su través. – Es de un azul bellísimo.- A los tuaregs nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados.

– ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuaregs, es el color del mundo.

– ¿Por qué?- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.

– ¿Quiénes son los tuaregs? – Tuareg significa «abandonados» porque somos un viejo pueblo nómada del desierto solitario y orgulloso: «Señores del Desierto» nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber) y nuestro alfabeto, el tifinagh.

– ¿Cuántos son? – Unos tres millones y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece… Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía, denunciaba una vez un sabio. Yo lucho por preservar este pueblo.

– ¿A qué se dedican?- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito silencio.

– ¿De verdad tan silencioso es el desierto? – Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.

– ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto, conservas con mayor nitidez?

– Me despierto con el sol, ahí están las cabras de mi padre; Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba. Así hizo mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso y yo era muy feliz en él!

– ¿Sí? No parece muy estimulante.

– Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes; a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas. Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.

– Saber eso es valioso, sin duda. – Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas y cada una tiene enorme valor.

– Entonces este mundo y aquél son muy diferentes ¿no? – Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad, cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser ¡porque cada uno ya es!

– ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?

– Vi correr a la gente por el aeropuerto. ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro.

– Sólo iban a buscar las maletas ja, ja.

– Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer? me pregunté. Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida, vi correr el agua y sentí ganas de llorar.

– Qué abundancia, qué derroche ¿no?

– ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso…

– ¿Tanto como eso?

– Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos… Yo tendría unos doce años y mi madre murió… ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.

– ¿Qué pasó con su familia?

– Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros, hasta que el maestro me dejó una cama para dormir y una señora me daba de comer al pasar ante su casa…

Entendí; mi madre estaba ayudándome.

– ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?

– De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar y a una periodista se le cayó un libro de la mochila, lo recogí y se lo di; me lo regaló y me habló de aquel libro. El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo…

– Y lo logró.

– Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.

– ¡Un tuareg en la universidad!

– Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella y el fuego de leña, caminar descalzo sobre la arena cálida y las estrellas allí las miramos cada noche y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra. Aquí, por la noche, miráis la tele.

– Sí. ¿Qué es lo que peor que le parece de aquí?

– Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco y hay ansia de poseer, frenesí, prisa. En el desierto no hay atascos ¿y sabe por qué?

¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!

– Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.

– Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol, baja el calor, el frío no ha llegado, hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde…

– Fascinante, desde luego.

– Es un momento mágico, entramos todos en la tienda y hervimos té sentados, en silencio escuchamos el hervor. La calma nos invade a todos, los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor.

– ¡Qué paz!

Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo

Imagen tomada de sabersinfin.com

EL PROPÓSITO DE LA LECTURA

“He leído muchos libros, pero me he olvidado de la mayoría. Entonces ¿cuál es el propósito de la lectura?

Esta fue la pregunta que un alumno le hizo una vez a su maestro.

El maestro no respondió en ese momento. Sin embargo, después de unos días, mientras él y el joven alumno estaban sentados cerca de un río, dijo que tenía sed y le pidió al niño que le trajera un poco de agua con un colador viejo y sucio que había en el suelo.

El alumno se sobresaltó, porque sabía que era un pedido sin lógica. Sin embargo, no pudo contradecir a su maestro y habiendo tomado el cedazo, comenzó a realizar esta absurda tarea. Cada vez que sumergía el colador en el río para traer un poco de agua para llevar a su maestro, ni siquiera podía dar un paso hacia él, ya que no quedaba ni una gota en el colador.

Lo intentó y lo intentó decenas de veces, pero por mucho que trató de correr más rápido desde la orilla hasta su maestro, el agua siguió pasando por todos los agujeros del tamiz y se perdió en el camino.

Agotado, se sentó junto al maestro y dijo: No puedo conseguir agua con ese colador, perdóname maestro, es imposible y he fallado en mi tarea.

No, respondió el anciano sonriendo, no has fallado. Mira el colador, ahora brilla, está limpio, está como nuevo.

El agua que se filtra por sus agujeros la ha limpiado “Cuando lees libros – prosiguió el viejo maestro – Eres como un colador y ellos son como agua de río. No importa si no puedes guardar en tu memoria toda el agua que dejan fluir en ti, porque los libros sin embargo con sus ideas, emociones, sentimientos, conocimientos y la verdad que encontrarás entre las páginas, limpiarán tu mente y espíritu y te convertirán en una persona mejor y renovada.

«Este es el propósito de la lectura” RANDY

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Momento histórico…

La BBC de Londres declaró al General Simón Bolívar el hombre más importante de la historia.

Con solo 47 años, peleó en 447 batallas, siendo derrotado sólo seis veces. Cabalgó 123 mil km, recorrió diez veces más que Aníbal, tres veces más que Napoleón y el doble de Alejandro Magno. Venció al imperio más poderoso de su tiempo, ganando la libertad para seis naciones, entre ellas Colombia.

¿Por qué no te enseñan eso en la Escuela?

¿Por qué no hay un montón de películas sobre este hombre extraordinario?

¿Por qué no nos sentimos orgullosos de su legado?

LAS OVEJAS NEGRAS

Las llamadas “Ovejas Negras” de la familia son, en realidad, buscadores natos de caminos de liberación para el árbol genealógico. Aquellos miembros del árbol que no se adaptan a las normas o tradiciones del Sistema Familiar, aquellos que desde pequeños buscaban constantemente revolucionar las creencias, yendo en contravía de los caminos marcados por las tradiciones familiares, aquellos criticados, juzgados e incluso rechazados, esos por lo general, son los llamados a liberar el árbol de historias repetitivas que frustran a generaciones enteras.

Las “Ovejas Negras” las que no se adaptan, las que gritan rebeldía, reparan, desintoxican y crean una nueva y florecida rama…

Incontables deseos reprimidos, sueños no realizados, talentos frustrados de nuestros ancestros se manifiestan en su rebeldía buscando realizarse.

El árbol genealógico por inercia, querrá seguir manteniendo el curso castrador y tóxico de su tronco, lo cual hace de su tarea una labor difícil y conflictiva…

Que nadie te haga dudar, cuida tu “rareza” como la flor más preciada de tu árbol.

“Eres el sueño realizado de todos tus ancestros» Bert Hellinger

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EL SÍNDROME DE DOÑA FLORINDA

Cuando en 1973 Roberto Gómez Bolaños (Chespirito) creó la serie de humor «El Chavo del 8» no imaginó que su personaje Doña Florinda iba a dar pie a uno de los tres síndromes que infectan al pueblo trabajador de América Latina y ¿por qué no? al mundo entero.

El síndrome de Doña Florinda fue acuñado por Rafael Ton, que escribió un libro con ese título.

Los «Doña Florinda» o «Don Florindo» son las personas pobres que odian o desprecian a sus pares, es decir, a sus vecinos o gente de su clase social. Los «Doña Florinda» no son de clase media, son pobres. Algunos de (ellos) (ellas) viven en barrios de clase media para creerse lo que no son. Todos en la vecindad del Chavo del 8 eran pobres, porque todos ellos eran dueños de nada, no tenían casa propia y debían pagar mes a mes el derecho a un techo a un obeso recaudador llamado Señor Barriga.

Doña Florinda era tan pobre como todos, excepto por una pensión que le dejó don Federico (el papá de Quico) un marino mercante que se perdió en alta mar, con esa pensión pagaba religiosamente la renta y mantenía muy limpio y elegante a Quico en su traje de marinerito, además de comprarle todos los juguetes y caramelos que a Quico se le antojaban; mientras lo miraba el Chavo, siempre con hambre.

Como detestaba a sus vecinos, doña Florinda andaba siempre enojada, con una mueca en el rostro. Sólo sonreía cuando aparecía el profesor Jirafales, con un humilde ramo de rosas; el maestro Longaniza también era pobre, cobraba el salario mensual de un profesor de la educación pública.

Aunque Doña Florinda colgaba sus calzones en el mismo tendal (tendedero) donde don Ramón colgaba sus calzoncillos.

Los «Doña Florinda» no se juntan con la chusma.

Fuente: https://www.dkescorpio.com.ve